He estado esperando a alguien que nunca llegó.
He perdido cosas que no había llegado a encontrar.
He llorado, por algo que nunca pasó.
He olvidado cosas que no existieron.
He lanzado mil sonrisas que nadie ha recogido.
He sentido tantas cosas que me han derrotado.
El fin ha llegado. Y yo me voy con él.

Siempre creí que cuando todo esto pasara, tú serías el que estaría aquí, conmigo, consiguiendo que no me caiga. Y ahora que ha pasado, no estás, de hecho, estás más lejos cada día. Y no es decepción lo que siento, sino pena. Si no tenía bastante, día a día vas sumando más a todo esto que se me ha venido encima. Creí que serías mi apoyo y has acabado siendo la losa que me hunde aún más en el mar.

Cada día te quiero un poco menos...

... y aún así, causas este efecto en mí.

No sé muy bien por qué, últimamente me acuerdo de ti. Con todo lo que está pasando me pregunto qué me dirías tú. Porque has sido la única con la que podía expresar lo que sentía con total libertad, mejor dicho, quería hacerlo. Porque nunca antes hablé con nadie de mi padre, y tampoco lo he hecho después de que te fueras. Incluso ahora, que me preguntan sobre ello varias veces al día, sólo quiero que me lo preguntes tú, para poder responder la verdad.

Pero ya no estás, a tu manera, tú también te has marchado.

El tiempo se me hace lento. Hace mucho que ya no comprendo la vida, que me pregunto para qué sirve todo. El vacío cada vez es más grande, me desborda y hace que me vuelva pequeña. Tan pequeña que todo me queda por encima, me sobrepasa. Me pisan una y otra vez y cada vez me cuesta más levantarme. Me pesa la nada, me impide caminar y me voy encerrando en un mundo que no hace más que encoger. Porque soy pequeña, y todo empequeñece conmigo.

No me salen las palabras.

 Por suerte, todos los días acaban.