¿Cómo de grande es mi orgullo y cómo de pequeño es tu corazón? Eso es lo que parece que quieres comprobar. Yo te diré la respuesta: mi orgullo se ha ido haciendo más pequeño con cada golpe que me das, y tu corazón... bueno, creo que nunca existió.

Cuando parece que te has ido vuelves para clavarme el puñal un poco más adentro, para asegurarte de que no me olvide y jamás deje de sangrar. Pero se me acaban las fuerzas, estoy demasiado cansada para continuar.

Puede que mis golpes también te duelan

pero yo me arrepiento y siempre pido perdón.

Él tenía 31, ella apenas 22, y por eso en un principio apenas se hicieron caso. Para él era una niña, y para ella él estaba totalmente fuera del radar. Pero un día empezaron las bromas, más tarde los abrazos y finalmente los besos a escondidas. Los avances y retrocesos, el miedo y las miles de sonrisas, los miles de escondites. Las caricias a escondidas y las miradas de reojo. Nadie les ha visto pasear, porque ellos creen que así está mejor, más sencillo quizá, pero entre cuatro paredes verdes se dejan llevar.

Y un buen día, sin avisar, la madurez se coló entre ellos. La lógica gano la partida y, como si fueran personas racionales, cada uno siguió su camino, ese del que casi habían conseguido escapar. Aún se ven a menudo y se preguntan si han hecho bien. Quizá algún día ella crezca o él quiera ser niño otra vez, pero ahora ella sueña con viajes y aventuras, y él piensa en las facturas que tiene que pagar.

No sé escribir finales

ni vivirlos.

Pero aún siguen las sonrisas,

algo más tristes quizás.

Tóxico. Esa es la palabra que mejor te define. En cuanto entro en contacto contigo empiezas a envenenarme, cuanto más me acerco más enferma estoy. Y da igual cuánto me aleje de tu zona de expansión, porque te mueves en el aire hasta encontrarme. Me falta el aire y mi cabeza se vuelve loca, dejo de pensar con claridad. Lo peor de tu toxina es que crea adicción, y en cuanto me faltas me entra el mono. En los pocos momentos en los que respiro aire puro consigo controlarme lo suficiente para mantenerme alejada, pero si me infectas de nuevo no puedo prometer nada.

Me subes la fiebre.

Has invadido mi zona de cuarentena

y has conseguido desequilibrarme.

No son noches, son días oscuros.

Ojalá fuera cierto que lo que no te mata te hace más fuerte. Hace sol, mucho sol, y en vez de estar en la playa me toca semana de exámenes. Para una vez que se cumple eso de que aquí no llueve tanto. Lo malo de tener que estudiar es que el silencio me arrastra a pensar, he caído en la cuenta de que siempre que tengo exámenes pasa algo que hace que le de vueltas a la cabeza. Las cosas son tan diferentes ahora, y sin embargo, todo sigue igual.

     Puede que haya llegado el momento de cambiarlo todo, 

pero estoy demasiado cansada para intentarlo.

Empiezo a pensar que lo que buscas es hacer el mayor daño posible. Coges lo que quieres de una persona y después la dejas tirada. Me pregunto si el momento de alejarme ha llegado ya. Puede que no sea tan fuerte como creía y no haya conseguido mantener mi corazón suficientemente alejado de ti, puede que no sea capaz de salir de esto sin sufrir daños. Porque tengo ganas de más y tú cada vez me das menos.

"Que nunca llevo el corazón encima

por  si me lo quitan"

Me prometí que esta vez sería yo la que llevase las riendas, pero olvidé que tú siempre consigues lo que quieres.

Me he metido en algo 

de lo que no sé salir.

Tumbada boca abajo en tu cama, ocultando mi cara contra el colchón mientras tú intentabas colarte en mi cabeza. En ese momento fue cuando me di cuenta de que, aunque ya hubiera tomado la decisión, llevarlo a cabo iba a costarme un poco más de lo que pensaba.

- Dime qué te pasa.
- Te odio.
- ¿Por qué?
- Porque haces conmigo lo que quieres.

Que nos lleve a donde sea

pero que lo haga rápido.

Me doy cuenta de que habría hecho cualquier cosa que me hubieras pedido, y eso asusta.

Aunque ahora ya de todo igual.

"No quiero cambiarte. Bueno, sí quiero, pero no voy a intentarlo"

Causas perdidas

No lo entiendes. No me alejo porque no quiera estar contigo, me alejo porque lo quiero demasiado.

La noche avanzaba y el alcohol hacía efecto, los mensajes eran cada vez más desesperados y la necesidad la desbordaba. Ella se escabulló como pudo y cuando llegó al parque él ya estaba allí esperándola. Se lanzó a sus labios, llevaba semanas deseándolo.
- Dime que has dejado a tu novia.
- Sí, la he dejado.
Y aunque era imposible que ella se lo creyera del todo, y sabiendo que la culpabilidad la destrozaría por dentro a la mañana siguiente... se dejó llevar.

Repites viejos patrones.

Me arrastras contigo.

Cuando sonó el timbre a las 2 de la mañana ni siquiera se molestó en ponerse nada encima. Abrió la puerta y se la encontró allí, de pie, con el pelo revuelto y cara de no haber dormido en noches. Y así era, tantas como días habían pasado sin hablar. Y ella, con su mejor cara de no haber roto un plato, pasó a su lado y echó a andar por el pasillo. No oyó el ruido de la puerta al cerrarse, así que se giró para comprobar por qué no la seguía, y al verle allí parado, con los ojos como platos, se le escapó una pequeña risa. Lo único que dijo antes de atravesar la puerta hacia el cuarto fue "Morderme a mí misma no es tan divertido".

Creo que aún no te odio lo suficiente. Aséstame el golpe de gracia.