lunes, 13 de junio de 2011

"Que te quiero a pesar que tú si puedas estar sin mí."

sábado, 11 de junio de 2011

"Escuchar qué decías sin querer entenderte
Al final te perdía, como me perdía yo"

viernes, 10 de junio de 2011

Lo más difícil de la vida es... vivirla de verdad.
Como cada jueves Adrián espera nervioso, entre sus manos tiene el libro que ha devorado durante horas, leyéndolo una y otra vez, sólo porque ella se lo había dado. Y tenía razón, le había gustado. Aunque nunca sabría si le hubiera gustado de no habérselo prestado ella. Cuando el autobús llegó por fin a la parada esperada y ella subió, los nervios aumentaron. Él le tendió el libro casi sin darle tiempo a sentarse. Ella lo rechazó.
- Dáselo a alguien que pueda apreciarlo. Los libros son para leerlos, no para dejarlos en una estantería llenos de polvo.
Él, nervioso, colocó de nuevo el libro sobre sus piernas, agarrándolo con fuerza para que no se notara el temblor de sus manos. Los minutos pasaban y Adrián no sabía cómo seguir con la conversación, sobre todo porque ella le miraba con una divertida e infantil sonrisa. Pero él no quería que, ahora que por fin habían empezado a hablar. Así que se armó de valor.
- ¿Como te llamas?
- Mmm... Digamos que... Alicia. Todas las niñas inocentes se llaman Alicia.
Esa respuesta dejó a Adrián descolocado, así que cuando volvió a hablar lo hizo balbuzeando.
- Mi nombre es...
- Shhh. No lo digas. Te llamas Matías... Tienes pinta de Matías, y tocas el piano.
La confusión de Adrían crecía al igual que la sonrisa de ella.
- Pero...
- La vida es muy aburrida, Matías, es más divertida en el país de las maravillas.
Y tras esto, se levantó y bajó del autobús haciendo que su vestido se moviera en sintonía con el movimiento de su cuerpo, como sólo pasaba en las películas.
Las palabras que más duelen son las que no te digo.

domingo, 5 de junio de 2011

"Porque fueron muchas veces las que quise llamarte, o verte. Me acojoné, lloré y me fui."

sábado, 4 de junio de 2011

Porque en toda historia queda bien hablar del humo de un cigarro, por eso fumaba ella, para sentirse más bohemia. Y también por eso acababa cada noche en una cama distinta, con sus medias rotas, el pelo revuelto y una botella de whisky en la mano. La gente la mira cuando camina de madrugada, y ella se siente feliz porque sabe que lo que ella hace, eso, es arte.

viernes, 3 de junio de 2011

Adrián se montaba cada día en ese autobus, a las 7 y media, según salía de la facultad de Medicina. Dos paradas más tarde se sube ella, como cada jueves. Y no se miran, al menos no directamente, pero los dos se sienten. Hasta que ella se sienta, de cara a él, nunca demasiado lejos, pero tampoco demasiado cerca. Adrián desea que todos esos gestos no sean imaginaciones suyas.

Y es que desde aquél primer día, en el que ella había mirado el libro que Adrián sostenía entre sus manos como si quisiera devorarlo, él se sentía hechizado por ella. Porque puede adivinar su estado de ánimo por la manera en la que ella apaga su cigarro antes de subir al autobús, porque le deja anonadado cuando de pronto saca su libreta y empezaba a escribir sobre la gran idea que se le ha ocurrido o cómo no puede evitar mover los labios cuando suena una de sus canciones favoritas en el reproductor.

Entonces ocurre lo que Adrián lleva semanas esperando. Ella aparta la mirada de la ventana y le mira, no le sonríe, no hace falta. Simplemente saca su libreta, escribe algo y arranca un pequeño trozo de papel. Y cuando Adrián piensa que por fin conseguirá su teléfono, ella saca un libro de su mochila y esconde el papel entre sus páginas. La desilusión en la cara de Adrián era obvia, ella debió darse cuenta, porque cuando le miró de nuevo, esta vez sí sonrió. Se levantó y dejó el libro en el asiento vació junto a él y se bajó cuando las puertas del autobús se abrieron en la siguiente parada.

Adrián esperó hasta que el autobús se alejó y ella se perdió de vista. Sacudió el libro con cuidado hasta que el pequeño fragmento apareció. Y al leer aquél sencillo "sé que te va a gustar" supo que esas palabras tendrían razón. Y sin esperar a llegar a casa se sumergió entre las páginas del libro, que para él olían a ella.

miércoles, 1 de junio de 2011

Te cansas de jugar limpio, y entonces llego yo.