viernes, 6 de mayo de 2011

Hacía varias semanas que no se veían, ella no sabía qué había pasado, todo había cambiado de la noche a la mañana sin razón aparente. Y ahí estaban, sentados en el banco en el que ella había empezado a sentir algo por él. Y estaban callados, uno de esos tantos momentos de silencio que había entre ellos, esos que él no soportaba, quizá porque siempre fue demasiado nervioso, aunque ella intetaba contagiarle su calma. Ella lo miró, no sabía por qué de pronto él había sugerido que se vieran y ahora no decía nada. Pero ella ya estaba cansada de ser esa chica buena que nunca se enfada por nada.
- ¿Por qué desapareciste? Y más importante aún, ¿por qué has vuelto? - porque aunque ella hubiera aceptado verse sin dudarlo un instante, sabía que debería haberse hecho la dura.
- Me entró miedo - ahí estaba la excusa de siempre - No quería enamorarme de la primera chica a la que he besado. Eso es de idiotas.
- Eres un idiota - ella se levantó, y él le impidió que se marchara agarrándola de la mano.
- Y me he dado cuenta de que quiero seguir siéndolo - ella le miró, porque no sabía si había entendido lo que ella quería entender - Te quiero.

Y con esas dos palabras ella se olvidó de ser la chica dura. Muchos la llamarían tonta, pero no, ella sólo era otra idiota.

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