lunes, 20 de enero de 2014

La inmediatez del Whatsapp va a acabar con mi salud mental. La última hora de conexión fue creada para llenar de gente los psiquiátricos. Hoy en día puedes saber exactamente lo que una persona está haciendo, ya sea gracias a Twitter, Facebook o, si es un buen hipster, Instagram. Y, claro, si sabes que está en su casa, jugando al Candy Crush, te preguntas por qué narices no está hablando contigo. Porque serán las dos de la mañana, pero sabes que está despierto. Y entras al Whatsapp continuamente para que él sepa que tú estás despierta y, además, aprovechar para ver si habla con alguien más. O cuelgas en Facebook una canción que CLARAMENTE es una indirecta que él debería pillar, y no entiendes por qué no le da a me gusta. O subes una foto a Instagram, con tu cara más adorable y la titulas con un "Wish you were here". Sin olvidarnos del tweet de turno en el que él debería entender PERFECTAMENTE que quieres que te hable. Y si, después de todo esto, sigue sin hablarte, no ves otra opción que no sea que se ha cansado de ti. Porque no te paras a pensar que son las dos de la mañana y el chico se ha echado una partidita en el FB antes de irse a dormir, o que, sabe que estás de exámenes y quiere dejarte estudiar tranquila, o mejor aún, que está esperando a que le hables tú.

Total, que te pasas la noche enfadada con el mundo hasta que, a la mañana siguiente, a los cinco minutos de tu primera incursión al Whatsapp, y como si él hubiera estado esperando a que la última hora de conexión le dijera que ya estabas despierta, recibes unos buenos días que te sacan una sonrisa (eso sí, nada de princesa, todo un drama), que te dura hasta las dos de la mañana de la noche siguiente.


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