miércoles, 26 de marzo de 2014

Hoy le he dado un globo a una niña de unos dos años y, ese gesto tan pequeño, ha hecho que ella se volviera loca de alegría. Y a mí, me ha sacado la primera y única sonrisa del día. Toca replantearse si de verdad todo va bien, si realmente no pasa nada. Porque he olvidado el placer de las pequeñas cosas, he olvidado alegrarme con los pequeños detalles. Quisiera ser cómo esa niña y sonreír incluso cuando el viento me arrebata el globo de entre las manos, porque me divierte ver cómo juega con él, como lo eleva rápidamente para volver a caer y poco después recuperar el vuelo de nuevo. Rebelde sin camino, sin destino, sin reglas que seguir. Me hace falta recordar cómo vivir, o aprenderlo.

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