La lluvia tardó en llegar, miraba al cielo suplicando que las escasas gotas que caían sobre mí se convirtieran en la tormenta que yo necesitaba. Y cuando por fin llegó, ya no me importó nada. No importaba que acababa de dejarte solo en aquél banco, esta vez de verdad y para siempre; no importaba que la gente, con sus paraguas, no entendiera que yo no quería resguardarme; no importaba el frío. Cerré los ojos, sintiendo cómo las gotas de lluvia se llevaban mis pensamientos, y cuando por fin me sentí vacía, lloré. Mis lágrimas se mezclaron con el agua, mi corazón latía de nuevo al ritmo del viento, y yo por fin solté una de esas sonrisas al aire.
Huele a otoño.
He caminado bajo la lluvia, he pisado charcos, he hecho crujir las hojas secas bajo mi pies.
Y ahora me siento mejor.
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sonrisas al aire