miércoles, 7 de diciembre de 2011

Camina golpeando las piedras que descansan sobre la acera mojada después de la lluvia. Apaga su tercer cigarro manchado con carmín rojo, aplastándolo con sus tacones ya desgastados, porque con uno no había sido suficiente. La calle está vacía a estas horas de la noche y sólo se oyen sus pisadas interrumpidas por los escasos coches que pasan, salpicando las calles a su paso. Ella lleva la melena empapada y tiembla de frío, cuando echó a correr no pensó en ello, y ahora sigue sin hacerlo. Porque en su cabeza sólo hay espacio para él, para la última mirada que compartieron mientras aquél "es mejor que lo dejemos" salía de sus labios. Y ella, siempre con su dignidad a cuestas, puso su mejor cara y tras soltar un par de palabras, todo lo que podía decir sin echarse a llorar, se dio la vuelta y puso rumbo a ninguna parte, luchando contra las ganas de volver.

Ojalá fuera una historia de nadie.

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