sábado, 7 de abril de 2012

Se coloca la melena que el viento revuelve mientras mira el horizonte. Ya no siente el frío, excepto por esa sensación de fuego en sus manos, sólo imaginar lo roja que está su nariz le provoca una sonrisa. Esa sonrisa es captada por el objetivo de la cámara de él, de ese que la arrastra tarde sí y tarde también a lugares que jamás ha visto y que se quedarán para siempre en su memoria. Su mirada se cruza con la suya a través de aquella cámara y con timidez agacha la cabeza haciendo feliz a la parte artística de él, que la había nombrado su musa mucho tiempo atrás.

Él observa sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos, y siente cómo con cada mirada de reojo se enamora más de ella. Hace tiempo que decidió que en el mundo no existía nada más bello que ella. Una belleza distinta al resto, tan simple y perfecta, tan ella.

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