miércoles, 2 de mayo de 2012

Cuando sonó el timbre a las 2 de la mañana ni siquiera se molestó en ponerse nada encima. Abrió la puerta y se la encontró allí, de pie, con el pelo revuelto y cara de no haber dormido en noches. Y así era, tantas como días habían pasado sin hablar. Y ella, con su mejor cara de no haber roto un plato, pasó a su lado y echó a andar por el pasillo. No oyó el ruido de la puerta al cerrarse, así que se giró para comprobar por qué no la seguía, y al verle allí parado, con los ojos como platos, se le escapó una pequeña risa. Lo único que dijo antes de atravesar la puerta hacia el cuarto fue "Morderme a mí misma no es tan divertido".

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