jueves, 31 de enero de 2013

Se escondió tras una gruesa bufanda y su gorro de lana preferido, dio gracias al cielo por haber frenado la persistente lluvia que caía sin parar desde que se despertó esa mañana. Echó a andar, sin sonrisa, ni sincera ni fingida, y por un momento pensó que, si se desviaba de su rumbo, nada cambiaría. Que a él realmente no le importaba si ella aparecía o no, quizá al verla enseguida centraría su atención en sus ojos tristes, pero, si ella nunca llegaba, siempre habría otros ojos que mirar. Unos que no estaban hartos de ver cómo lo estropeaba todo una y otra vez, unos que no lo miraban con amor y odio a la vez, unos que no le culpaban por no ser lo que se esperaba de él. Porque ella era capaz de fingir muchas cosas, pero no con él, no esta vez.

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