martes, 19 de febrero de 2013

Era el décimo café de la mañana y aún así se sentía cansada, probablemente el cansancio era más mental que físico, y el café no ayudaba, porque hacía que sus pensamientos giraran aún más deprisa. Tenía que tomar una decisión, y tomarla ya. La maleta llevaba hecha horas, y las ganas de dejarlo todo y escapar inundaban cada rincón de su cuerpo. Pero no estaba segura, por él, porque marcharse con él significaba reconocer que dependía de él mucho más de lo que había dependido de ningún otro. El tiempo se acababa, y ella decidió que daba igual, que él era lo que necesitaba y cambiar de aires realmente la ayudaría a respirar. Y cuando llegó al aeropuerto y le vio ahí, cabizbajo, creyendo que ella nunca llegaría, se dio cuenta de que ella le necesitaba, y por qué no creérselo, él la necesitaba a ella.

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