viernes, 3 de mayo de 2013

Quiso navegar en un mar demasiado revuelto, creyéndose con fuerzas para luchar contra las olas y las corrientes que deslizaban su barca a su voluntad. Porque creyó que con ese corazón tan frío, el mar nada podría hacer en su contra. Frío con frío, como el hielo, derritiéndose en una piel que ansiaba no haber conocido. Y el sabor a sal, que se quedaba en sus labios después de besar la dulzura de otra boca. Se embarcó en esa aventura sin miedo, y murió cual valiente que ya estaba muerto por dentro.

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