martes, 24 de julio de 2012

Carezco de imaginación, simple y llanamente. Si me pides que te dibuje algo saldrás de aquí con el mismo paisaje que llevo dibujando desde que tengo uso de razón, y oye, tampoco está tan mal, pero sé que ni tú ni yo estaríamos contentos con el resultado. Una vez dibujé un gato, fue un pedido especial, me pareció bastante más gracioso que el paisaje, así que me planteo convertirlo en mi nueva obra de arte no original.

Pero a lo que iba, me gusta escribir (aunque se me dé sólo un poquito mejor que dibujar, lo que sigue siendo poco), pero como la parte creativa de mi mente es una inútil, todo lo que puedo hacer es coger algo real y darle mil vueltas. Al final puede que se parezca a la realidad, o todo lo contrario, pero la esencia sigue ahí. El problema es que tiendo a volverme monotemática, se me mete algo en la cabeza y ya no hay manera de sacarlo. Sólo me queda esperar a que alguien me haga un pedido especial que pueda convertir en mi nueva obsesión.

Y todo esto viene a que me parece muy mal que cierta persona esté cerca de alcanzar el número e entradas que te escribí a ti. 
Y no es justo.

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