martes, 16 de octubre de 2012


No te cansas de repetir que mis palabras siempre conducen a la tormenta. No la preceden, la causan, porque la oscuridad que inunda mi mente se extiende más allá de lo que puedo controlar. No te duele, porque para eso tendría que importante, pero te empapas, el frío se te cuela dentro y, por un momento, compartes este agujero conmigo. Pero las tormentas nunca duran para siempre, no sé si para ti llega la calma, para mí no.

            Y el sol… 
ya casi no recuerdo lo que es el sol.

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