miércoles, 12 de agosto de 2009

Abro la ventana y me quedo mirando el cielo
todo está oscuro, ni siquiera se asoma la luna.
La leve brisa me hace estremecer,
pero no por eso vuelvo dentro.
Un avión cruza el cielo,
iluminándole con sus destellantes luces,
pero sigue oscuro, sigue siendo de noche...
Sigue igual...

2 comentarios:

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  2. Desentierro la cabeza de entre mis rodillas y mi mirada vuelve a chocarse contra el muro. Ese muro perenne e inamovilble que me hacía permanecer día y noche en esa estrecha habitación. Había días en los que se hacía difícil hasta seguir respirando, en los que me planteaba cruzar cualquiera de las puertas abiertas que había, pero no era lo que yo quería.

    Me levanto del suelo notando como mi piel aún seguía fría por haber pasado allí la noche. Sólo fueron necesarios unos cortos pasos hasta quedar frente al muro, la habitación era más que angosta, me sorprendía no haber acabado con el aire aún. Pongo una mano sobre la pila de ladrillos y comienzo a pasearla exhaustivamente por la rugosa pared. Ilusa de mí, después de todo, no perdía la esperanza de encontrar un paso lógico que disipara aquel muro.

    Veía como mi mano tintaba de rojo las partes más salientes y afiladas de los ladrillos rotos, pero no importaba, ni si quiera sentía el dolor. Seguí buscando por la pared durante horas, pero al igual que otros días, desistí prometiéndome que era la última vez que lo intentaba. Abatida después del fracaso de un día más, caigo de rodillas frente al muro, el cual cada vez me parecía aún más grande. Mis ojos comienzan a empañarse dejando cada cosa que había bajo mi vista como un simple borrón oscuro. Ni si quiera sabía por qué estaban ahí, pero se habían convertido en mis fieles compañeras. Al principio notaba como era la tristeza la que me inundaba, pero cada día el sentimiento se volvía más difuso. Rabia por no ser capaz de derribarlo, dolor por cada vez que lo intentaba... Quizá la respuesta más acertada era todo mezclado.

    Observo a mi alrededor y veo como la escasa luz que entraba por el resto de paredes me indicaba que había acabado un día más. Vuelvo la mirada a mi oscuro muro, por él ni si quiera me llegaba la luz. Suspiro rompiendo el silencio de la habitación y me arrastro hasta quedar junto al muro. Dejo que mi cuerpo repose una noche más sobre el frío suelo y me acurruco hasta abrazar mis piernas. Dejando que pasara la noche, esperando que fuera mañana.




    No sé qué está por venir, pero sé que hoy dormiré junto a mi muro...

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