miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sus pies, aún sobre aquella arena desconocida, pisaban con la misma fuerza que habían ejercido durante el largo camino. Ella no sabía a dónde la llevaban, sólo confíaba en que terminaría en el lugar que buscaba. Podía sentir como cada diminuto grano de arena rozaba su piel llevando diferentes e infinitas direcciones. Para ella así era la vida, una sucesión de direcciones entre las que elegir para llegar al punto final. Solo que se había cansado de elegir, de elegir mal. Sentía que cada una de las direcciones que había tomado habían sido las correctas, pero por qué, después de haberlo tenido todo, acababa de quedarse sin nada. Recordó su todo, mientras sus pies acariciaban las gélidas aguas del mar que se extendía frente a ella. Miró al frente y vio el rostro de la persona que había sido todo para ella. Pero no estaba allí realmente, ya no estaba. Dio otro paso, y otro más, cuanto más se sumergía más tranquila se sentía. Siguió hacia delante, ya no había marcha atrás, ya no quería volver atrás.

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