Es como esa que ha sido morena toda su vida y de pronto se
tiñe de rubio. Los primeros días se mira en el espejo a cada rato y está
contenta con el resultado, es un cambio, justo lo que necesitaba. Lo que no
sabe es que sólo se está convenciendo a sí misma de que convertirse en rubia de
la noche a la mañana es fácil y sencillo. Y así pasan las semanas, todo el
mundo le dice que la ve rara pero que le queda genial, que ojalá ellos fueran
tan valientes. Le sube la autoestima tanto que se cree rubia natural. Y todo es
felicidad, peinados bonitos y teñirse una vez al mes. Hasta que un día vuelve a
mirarse en el mismo espejo que meses atrás y lo ve, esas raíces oscuras que
siguen saliendo por mucho que ella las intente tapar. Deja de sentirse tan
guapa de rubia, porque no es lo suyo, se da cuenta de que gasta mucha energía
en ser algo que no es. Ese es el punto de inflexión, si todo el mundo, incluso
ella hasta hace unos minutos, piensa que le queda bien, por qué ella no termina
de verlo, empieza a echar de menos sus rizos oscuros, esos de los que no tenía
que preocuparse porque siempre eran del mismo color, mes tras mes. Que ella por
dentro sigue sintiéndose morena y ya se ha cansado de fingir lo que no es. Y
aunque en ese momento lo que quiere hacer es raparse el pelo al cero para verlo
crecer de nuevo, se agarra a su sensatez y se compra el tinte más parecido al
color que ella se recuerda y se devuelve esa parte de sí misma. No es su color,
eso lo sabe perfectamente, pero, con el tiempo, volverá a ser ella y siempre
recordará que, por mucho que lo intentes, eres como eres, y eso no puedes
cambiarlo.
Sí, acabo de explicar
cómo me siento hablando de tintes
Me voy a la peluquería. O algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
sonrisas al aire