martes, 25 de febrero de 2014

Al menos me quedan tus mordiscos grabados a fuego en mi piel. Cuando te vas eso es lo que dejas, mucho frío y varias marcas que me hacen sonreír sin que a nadie le importe el por qué. Y cuando empiezan a borrarse ya estoy deseando verte de nuevo para que las hagas reaparecer. Porque puede que lo nuestro sea sólo eso, tú y yo, escribiendo con nuestros cuerpos una historia que con el tiempo se irá difuminando hasta desaparecer. Pero al igual que mis moratones, nuestra historia también cambia de color según el día. A veces son de un morado intenso y siento que es imposible que algún día no estés ahí; otros, se quedan amarillentos y casi imperceptibles, feos y sin buenos recuerdos; y muchas veces duelen cuando me aprietas. Otras veces... duelen sin tocar. Esos son los peores, los que no se pueden ignorar, los que no te dejan dormir, los que dan ganas de olvidar. Así que ven, vuelve, muérdeme de nuevo y haz que en mi piel se quede grabada tu esencia, que brille más fuerte que nunca.

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