viernes, 27 de agosto de 2010

Estrelló el vaso contra la pared, y con ese sonido, confirmó que la vida era una mierda. No encontraba motivos para seguir comportándose como debía. ¿Por qué tenía que comportarse cuando debía si del resto de las (ni siquiera pueden llamarse personas) pseudopersonas que la rodeaban no se comportaba como esperaba de ellos. Era culpa suya, siempre esperaba demasiado de los demás, o al menos eso parecía. Aunque para ella no era demasiado. Se encendió un cigarrillo y lanzó la caja de cerillas sin preocuparse del trayecto que adquiría. ¿Acaso portarse como las personas civilizades, sin joder a nadie, era tan difícil? Echó el humo de su última calada y lanzó el cigarrillo con excelente precisión contra el alcohol que chorreaba por la pared. Prendió instantáneamente. ¿Qué le importaba a ella lo que pasara si ya había perdido la fe en el mundo? Observó como el fuego avanzaba lentamente, acabando con cada recuerdo que tanto había costado conseguir y que tanto necesitaba olvidar. Cuando el humo comenzó a entorpecer su respiración, salió, sin mirar atrás. Sabía que ella misma se estaba quemando junto a todo aquello, no importaba. Ya nada importaba.

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