miércoles, 17 de agosto de 2011

En uno de sus bares de siempre, una de esas conversaciones que ella y él no solían tener. Uno de esos muchos momentos en los que ella necesitaba no sentirse sola. Uno de esos pocos momentos en los que ella dejaba que alguien se percatara de su debilidad. Uno de esos momentos en los que él siempre estaría ahí.
- Tú siempre has tenido esa especie de barrera que no dejas traspasar a nadie. Llegar a conocerte de verdad es imposible. Después de tantos años, ni siquiera yo lo he conseguido.
- ¿Y si detrás de esa barrera no hay nada más? O por lo menos nada mejor.
- Vamos, tienes que valorarte un poco más. Si no me he marchado, con todo lo que hemos vivido, habiéndome obligado a permanecer fuera de la barrera la mayor parte del tiempo, será que lo que me has dejado ver en esos pocos momentos en los que te abrías a mí, es tan cautivador que podrías enganchar a cualquiera.
- ¿Sabes que a veces me enamoraría de tus palabras?
- ¿Ah, sí?
- Sí, pero luego recuerdo quien eres, quienes somos, y se vuelve una muy mala idea.
- Lo entiendo. Te quiero y te odio a partes iguales.
- Pero seguimos aquí, esperando a que la balanza se desequilibre y escoja nuestro final.

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