martes, 1 de noviembre de 2011

Un jueves más, Adrián espera en el autobús, atestado de gente, de pie junto a la puerta de salida, esperanzado. Entre sus manos llevaba el libro que semanas antes había captado la atención de "su Alicia". Observó como ella aplastaba el cigarro con rabia contra el muro, hoy no tenía un buen día. Al verla abriéndose paso entre el gentío se fijó en su mirada perdida y entristecido pensó que quizá esta vez sus miradas no se cruzarían. Pero como si ella fuera capaz de leer su pensamiento levantó la vista hacia el fondo del bus y le sonrió. Era una sonrisa triste, pero para Adrián seguía siendo una sonrisa hermosa, cuando ella se le acercó comprobó que el rimel corrido en sus ojos hacía juego con su sonrisa.
- Te he traído algo.
Cuando Alicia tuvo entre sus manos el ajado libro, su mirada se iluminó. Antes de que pudiera agradecérselo, el destino quiso que un brusco frenazo los desplazara hasta acabar pegados el uno al otro. Lejos de apartarse, Alicia le miró fijamente a los ojos, como si buscara algo en él.
- No dejes que el mundo te venza, así uno de los dos tendrá un final feliz. Pero no de esos de película, esos son aburridos y demasiado predecibles. Vive, como tú quieres vivir. No dejes que el mundo te venza.
- Tú también puedes tener un final feliz - respondió Adrián, descolocado, como siempre que hablaba con ella.
- Sólo en los libros, Matías, sólo en los libros.
Y con eso se marchó, libro en mano. Adrián se quedó pensando en que la sonrisa con la que se había bajado del bus quizá era un poco menos triste que la que había esbozado al entrar.

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