sábado, 19 de noviembre de 2011

Van paseando por la playa, agarrados de la mano, en silencio. El mar suena de fondo pero ellos ya no lo oyen, porque sus pensamientos ahogan cualquier sonido. Y se miran, ella sonríe y él la imita. Ambos saben que son sonrisas vacías, pero se esfuerzan por mantenerlas. La costumbre les ha absorbido, los días pasan, las semanas, los meses. Y ellos siguen adelante, se quieren, pero sienten que no es suficiente. Falta algo. Ninguno sabe lo que es. Los dos se sienten solos, incompletos. No saben que el otro siente lo mismo. Siguen siendo esa pareja perfecta que todo el mundo quiere imitar, excepto ellos mismos.
- El mar está precioso, dan ganas de bañarse.
La sonrisa de ella se vuelve viva, y con esa valentía que la caracteriza empieza a quitarse la ropa, ante la atónita mirada del que tantas veces la había desnudado. Y entre risas y temblores se sumerge bajo las olas. Desde la orilla él se despoja de su ropa mientras piensa que es una locura. Una de esas locuras que hicieron que se enamorara. Se encuentran en medio del mar y entre risas y juegos húmedos ambos sienten una chispa de esperanza.


Renovarse o morir, ¿no?
Pues eso.

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