domingo, 2 de septiembre de 2012


Llegó un momento en que, por mucho que yo había intentado evitarlo, rompiste todas las barreras, y me desbordé. Permití que todo saliera, sin guardarme nada sólo para mí. Dejé que lo vieras todo, lo bueno y lo malo, te di lo que necesitaste, todo lo que quisiste, todo lo que hacía falta para que tú te quedaras aquí. Te enseñé lo que tenías que hacer para provocarme las sonrisas, pero también aprendiste lo poco que necesitabas para hacerme daño. Y lo aprovechaste todo, para engancharme, para que siguiera aquí por muy lejos que te marcharas, siempre a tus pies. Supiste darme la cantidad exacta de cal y de arena, decirme lo que necesitaba escuchar cuando ya no podía aguantarlo más, cuando ya no quería aguantarlo. Te mostré que era mucho más débil de lo que parecía, conseguiste que te necesitara, y por eso ya no soy capaz de obligarte a marchar.

Pero tú elegiste irte, y yo he conseguido reconstruir cada uno de los muros. 


Dejé allí todo lo que inventé para ti.

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