Si conduces a demasiada velocidad, es muy fácil perder el control y acabar estrellándote contra la pared. Así es como me siento cada vez que apareces. Por muy fuerte que sujete el volante, sólo es necesario un segundo. A veces me dan ganas de soltar el volante y dejar que el coche me lleve. Otras... sólo quiero atropellarte.
Y otras desearía que te sentaras
y fueras mi copiloto.
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