viernes, 26 de noviembre de 2010

Hacía mucho frío, y él la pilló desprevenida poniendole su chaqueta sobre los hombros.
- ¿Qué haces aquí fuera tan sola?
- Sólo quería tomar el aire - ella, sobreponiéndose al susto inicial, se sorprendió aún más al verle a él allí - ¿Y tú que haces aquí? No es precisamente tu zona preferida para salir de fiesta...
Él miró por encima de sus hombros, en un acto reflejo del que enseguida se arrepintió. Ella siguió su mirada y lo entendió. Se quitó la chaqueta, y sonrió, como quien sabe que la gente nunca cambia, que él siempre sería él.
- Anda, vuelve con ella, no sea que se enfade.
- No me importa que se enfade, si así puedo hablar contigo.
Ella le entregó la chaqueta, negando con la cabeza. Cuando ya has perdido la esperanza, nada te sorprende.
- No dirás lo mismo cuando tengas que volver solo a casa.
Él pareció reconsiderarlo, lo pensó durante un momento, mientras buscaba en ella algún gesto que le indicara que esta noche todo sería diferente. Al parecer no lo encontró, se disculpó con una mirada, y al darse la espalda para alejarse, no vio cómo ella perdía el pequeño brillo de felicidad que sentía cuando volvía a verle, porque esta vez, como todas las anteriores, él no la había elegido a ella. A pesar de todas las veces que le decía que él sólo la quería a ella, no bastaban las palabras, él siempre fallaba en los hechos.

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