miércoles, 22 de diciembre de 2010

Se bajó del vagón del tren, contenta de estirar al fin las piernas. El viaje había sido largo, y a ella se le había alargado aún más, llevaba los nervios a flor de piel y no había conseguido que su corazón latiera a un ritmo normal. Le faltaba su terapeuta personal, pero había renunciado a ella para que su plan no perdiera parte de su encanto, ese que siempre estropeaba, el factor sorpresa. Se colgó la mochila al hombro y enseguida su mente empezó a trabajar, recordando todas las idas y venidas de aquella a la que tanto necesitaba, todas sus luchas con la pesada maleta, llena de ropa para apenas dos días. El sofocante calor la hizo volver a la realidad, pero su sonrisa delataba sus pensamientos. Echó a caminar entre el resto de pasajeros, jugando a adivinar qué les habría llevado hasta allí, si sus historias serían tan excitantes como la suya, si alguno de ellos estaba en esa estación por motivos parecidos a los suyos, si ellos estaban a punto de vivir un momento transcendental como iba a hacer ella, un momento que cambiaría su vida, un momento que había estado esperando, que ambos habían estado esperando, y que esa persona aún no tenía ni idea de que la espera iba a terminarse.

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sonrisas al aire